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Mezquita fetichista

Iván Enquin tiene una esencia que no abandona: ser un artista de las opuestos, a través del calado.

Posee obras que imitan diseños de la simbología islámica; una religión que muestra la presencia de su deidad sin necesidad de representaciones antropomórficas. El vinilo negro del soporte nos invita a interpretar lo que él quiere mostrar bajo el concepto de “mezquita fetichista”.



No es casual que al ser en un subsuelo, la obra también provenga de diseños de estaciones del subte de Buenos Aires. Nada en la obra de Enquin es casual. Son causalidades (algunas más intencionadas que otras) plagadas de autorreferencialidad explícita que confluyen en un cosmos atrapante, fulminante en sus misterios oscuros y eróticos.

“Cuando entienda esto voy a estar muerto” es el título de la muestra de Enquin en la galería Quimera. Se presentan calados variados: grandes como una pared, como el suelo, pequeños casi de detalles, sobre nylon, sobre papel, dorados inclusive. Hay una cortina de nylon que divide y crea un ambiente de intimidad en la exposición. Una tenue luz roja ilumina la sala, y un colchón forrado en nylon negro se encuentra en el suelo. Una pared con mordazas, látigos, y elementos variados del sadomasoquismo parecen estar colgados listos para utilizar en una complejidad escénica lúgubre que comienza a tornarse perversa.



En la inauguración acontece una performance: dos mujeres y el artista se acomodan sobre el colchón. Ambas se recuestan con sus trajes sensuales y comienzan a leer unas cartas. Iván se arrodilla y les masajea los pies, y van alternando la lectura. Iván eructa mientras tanto. [Me pregunté cómo podía sonar tan real esa especie de purga que él hacía]. La perfomance se vive, los eructos eran reales. En una charla posterior con el artista, Ivan nos narra sobre su infancia y una mujer que trabajaba en su casa, una señora medio bruja que eructaba al masajear a la gente; siendo éste su modo de canalizar las energías.




Si entendemos que las personas somos una mezcla de experiencias, legados familiares y búsquedas personales a partir de creencias, el artista pone en juego todos estos elementos en su muestra; desde diseños de azulejos de distintas estaciones del subte, en sus recorridos cotidianos, libros que han escrito sus familiares sobre otros antepasados más antiguos, hasta prácticas de canalización de energías que aprendió en su infancia.

La obra de Iván atraviesa un tamiz que resultan nuestras limitaciones conscientes, para convertirse en un disparador de experiencias íntimas y cercanas hacia lo que somos. Si negar la historia propia conlleva a la destrucción personal, Iván nos recuerda mantenernos leales a nosotros mismos.


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