Entrar a un espacio que hospeda pintoras que se representan a sí mismas, a su vez representadas por otra pintora, señala una instancia de meta-imagen feminista que aboga por una reivindicación de la figura femenina en la historia del arte. Ya no más como la siempre musa inspiradora, sino como la evolución hacia la trabajadora del arte.
La sensibilidad con la que encara el proceso pictórico se ve equilibrada por la apariencia de ser imágenes gráficas.
La artista define sus trabajos como “Grafo-pinturas”, técnica que conlleva un proceso de entintado y luego aplicación de la pintura acrílica; con el detalle de dejar los bordes blancos para que parezca una impresión, retomando el lenguaje masivo que representa el arte impreso.
La particularidad de su paleta proviene de los originales de donde Gachi se inspira para los retratos, tomándose libertades técnicas que aportan a la historia de esas mujeres cómo lijar los ojos del retrato de Rosalba Carriera, pintora que enfermó de ceguera en sus últimos años.
Trabaja hace un tiempo en esta investigación sobre el rol de la mujer como productora de arte y fue descubriendo desde artistas mujeres del siglo XIII hasta una de las primeras sufragistas, Mary Richardson, quien ataca un cuadro de Velázquez con un cuchillo. Gachi Rosati presenta una mirada contra hegemónica a la historia del arte tradicional, cuya actitud de haber relegado a planos no principales a las pintoras y artistas se termina cuando observamos la producción exhibida en la última muestra individual de la artista, “Ver la diferencia”, en Lanzallamas.
Texto por: Camila Marquez
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