En estos últimos días se hizo eco la noticia sobre el cambio de directivos en la Fundación ArteBa, la institución que organiza la feria de arte más importante del país e inclusive de latinoamérica, que se realiza hace ya 29 años. A principio de año asumió la presidencia, Amalia Amoedo, artista y filántropa, nieta de Amalita Fortabat, reconocida empresaria y coleccionista de arte; fue la primera presidenta mujer en ejercer este cargo y tras 6 meses de trabajo anunció su renuncia por “cuestiones personales”. Días más tarde, elegidos por el comité de la fundación, asumió el empresario Juan Carlos Lych, director general de la consultora norteamericana Newlink y reciente miembro del comité ejecutivo del Museo MACBA, en lugar de vicepresidenta asumió Matilde Grobocopatel, accionista de Los Grobo, grupo sojero vinculado a la utilización de glifosato. Esto generó extrañeza principalmente porque son personas con poca experiencia en la escena artística, pero lo peor no fue eso, sino que consecuencia de una mayor exposición, quedaron a disposición del público general los innumerables posts en el perfil de Instagram de Juan Carlos Lynch, con connotación racista, xenófoba, sexista y gordofobica.
El rechazo expresado por los agentes del campo artístico fue inmediato y horas más tarde, luego de cerrar el perfil en cuestión y que Lynch pida disculpas públicamente, la Fundación comunicó su inminente renuncia y la de su vicepresidenta.
Con este contexto una vez más, se pone en cuestión la función de ArteBa y su impacto en el mundo del arte. Esta elección evidenció que quienes llegan a dirigir este tipo de instituciones lo hacen meramente por “amiguismo” o política y no por estar capacitados para el puesto. Porque me pregunto, si el objetivo de ArteBa es impulsar el mercado y difundir el arte contemporáneo nacional, ¿cómo una persona externa al ámbito artístico puede crear políticas y accionar en pos de ello?.
Más allá de que la fundación se proclame como una entidad sin fines de lucro, es claro que está manejada por empresarios poderosos y estas decisiones denotan aún más que los intereses económicos están por sobre el arte.
Es importante analizar el repudio de la mayoría de los agentes del medio artístico, ya que alzaron la voz desde directivos de museos e instituciones públicas y privadas, asociaciones de artistas, el colectivo de trabajadoras del arte Nosotras Proponemos, gestores e inclusive Meridiano, la cámara argentina de galerías, se mostró en contra de esta decisión. El rechazo generalizado evidencia que las estructuras de las industrias culturales están cambiando, inclusive la sociedad está cambiando y ya no es aceptable que este tipo de figuras dirijan grandes instituciones culturales.
No es la primera vez en el año que la Fundación se encuentra en boca de todos, meses atrás, a causa de la pandemia, la feria no pudo realizarse en su formato habitual y se vio forzada a digitalizarse con una edición especial a través del sitio Artsy, que para muchos no fue exitosa como se esperaba. Pero en este último caso, la mala elección del presidente, sumado al profundo cambio estructural que estamos viviendo, demuestra que ArteBa ya no va. El arte nacional necesita que esta feria deje de tener el monopolio del mercado para darle espacio a otras ferias paralelas que si se alineen a las necesidades de la escena artística actual. Por ejemplo, Otra Feria de Arte y MAPA son algunas de las propuestas alternativas que van ganando terreno. Una vez más se pone en jaque el circuito de arte tradicional y evidentemente es hora de innovar implementando nuevas políticas y estrategias, porque no solo estamos viendo la descentralización del mercado del arte, sino cómo emerge el circuito alternativo y cómo todo se diversifica. Lo acontecido demuestra que ya sea como consumidores de bienes culturales o agentes del campo artístico, en esta era de redes sociales y comunicación inmediata, todas las voces tienen validez, y que en este proceso de cambio estructural todavía queda mucho trabajo por hacer.
Texto por: Victoria Acosta
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